jueves, 9 de abril de 2020

En Cuarentena tomando un Café con mis Papás


Hoy nuevamente tomé desayuno tarde, casi a las doce,  me levanté corriendo y tuve que entrar a unas clases en línea.  Ni bien pude me preparé mi café y me percaté que se había acabado.   Gracias a los dioses por el regalo de mi amiga Ceci, un café mexicano, que puedo decir que está muy rico.

Me senté con mi taza al lado del altar de mis padres, es la segunda vez que tomamos desayuno juntos.  Observaba las fotos y marcos recientemente reubicados y trataba de imaginar cómo hubieran vivido esta situación.

Mi mamá ya hubiera reventado la línea telefónica llamando a medio Perú solicitándoles que llamen al otro medio Perú con el que no pudo hablar.  Hubiera estado presionando a mi papá para que vaya a la bodega a comprar velitas misioneras para ponerle a sus santitos y me hubiera estado torturando para que haga algo.  Ese algo no es muy claro,  mi madre era experta en identificar las cosas no por su nombre sino por “esto, eso y aquello”.  Así, el  que yo tuviera que hacer “algo” entra en la misma categoría.

Mi padre, sin embargo, estaría agradecido por estar suscrito a dos periódicos que le darían la oportunidad, no sólo de estar informado, sino de poder hacer los geniogramas.   Comentaría conmigo sobre las noticias y me sustentaría varias hipótesis de los que no tocó vivir pero culminaría diciendo, en todos los casos, que es cosa de Dios.

He estado ya una hora sentada aquí al lado de ellos recordando, alucinando, riéndome.  Ahora me toca pararme y buscar una velita misionera para honrarlos.

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